Translate

viernes, 9 de noviembre de 2012

Las mejores conversaciones son aquellas que no se pueden resumir

Hoy he vuelto a esa universidad en la que, en un principio, mi sueño de estudiar Filosofía se truncó. Pero, la realidad no es esa. En dicha universidad he ido encontrando a las personas adecuadas para que este sueño, quizás sí con retraso, se haya hecho realidad.

En este camino, he conocido no sólo a GRANDES FILÓSOFOS que me han transmitido su vocación filosófica para seguir con este sueño aunque las dificultades hayan hecho presencia, sino también a COMPAÑEROS ESTUPENDOS que han hecho que en todo momento este camino se haya convertido en un viaje más fácil de recorrer.

Pues bien, hoy me he re-encontrado con casi todas esas personas que me han ayudado a no decaer jamás en mi vocación filosófica y, a su vez, poder alcanzar este sueño. Emociones, alegrías, risas y, por último, tristeza. Tristeza de pensar que por culpa de la distancia no estoy disfrutando de esta experiencia con ellos.

Especialmente, con ese Maestro de Filosofía que me ha proporcionado soluciones en todo momento y que cada vez que me reencuentro con él creo que, inconscientemente, me muestra las claves para seguir con todo esto para adelante. Lo llaman Filosofía, una disciplina odiada e inútil para muchos; pero necesaria, totalmente vocacional y vital para otros. Nos califican con el adjetivo de neuróticos y, desde luego, no les falta razón.

Dicen que la vocación filosófica es como la vocación religiosa: se transmite siempre del Maestro al alumno. Es verdad. Siempre recordaré aquel primer contacto con la Filosofía, en el que mi profesora de Filosofía de Bachillerato me transmitió su pasión y, de ahí, mi interés y amor por la disciplina. Algo que conservé gracias a la vocación del gran Javier Petrina y que nunca ha decaido por el esfuerzo de este Maestro de Filosofía del que os hablo.

Una conversación de una hora, en la que sus grandes consejos han vuelto a dejar en mí ese gusanillo que solo un gran Maestro de la Filosofía puede hacer. Como siempre digo, lo peor de tener que haber cambiado de universidad para estudiar Filosofía ha sido el "renunciar" a todo el conocimiento que estos Grandes nos regalan. Sí, me he topado con otros genios de la Filosofía, pero no son aquellos con los que elegí estudiar ésta. La distancia nos separará, pero su conocimiento transmitido siempre estará conmigo.

Por consiguiente, en esa universidad, Filosofía no he aprendido como hubiese querido, pero si he aprendido muchos valores fundamentales para ser persona. ¡MIL GRACIAS A TODOS!

Por todo ello, del día de hoy me llevo seis aspectos positivos:
1. Los filósofos o estudiantes de Filosofía somos unos neuróticos.
2. La distancia no es el olvido. Hay personas que estarán siempre contigo, por mucho que la distancia nos separe. Sus enseñanzas, consejos y experiencias vividas juntos te acompañarán siempre, a pesar de que por ciertas circunstancias no nos volvamos a re-encontrar jamás.
3. LOS CONSEJOS DE (la mayoría de) LOS FILÓSOFOS SON LEY.
4. En esa universidad no sólo aprendí conocimiento sobre Lenguas, Historía y Filosofía, sino también valores fundamentales para ser persona.
5. Aprender Filosofía no es solo aprender conocimiento sobre esa disciplina, sino también aprender a vivir.
6. LAS MEJORES CONVERSACIONES SON AQUELLAS QUE NO SE PUEDEN RESUMIR y, por ello, ¡¡MUCHÍSIMAS GRACIAS MAESTRO!!.

No hay comentarios:

Publicar un comentario