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lunes, 24 de diciembre de 2012

La AUSENCIA de alguien


 

Y esa ausencia no es sólo una sensación, es también algo sentido, que todo lo marca, cada objeto, cada lugar, cada fecha. Es imposible no venirse abajo tantas veces y entregarse a un desaliento de lágrimas, trágico, sin melodramatismos. No es soportable que no éste. En ocasiones, casi desesperante. Y con una contundencia tal que nos duele lo que no fuimos capaces de decir o de hacer. Y hablamos a los demás de él, de ella. Y hablamos de ese modo sobre todo de nuestro inmenso afecto. Digamos sin pudor, de nuestro amor.

ÁNGEL GABILONDO

domingo, 23 de diciembre de 2012

Tan simple como esto...


Para vivir el hombre debe actuar; para actuar, debe tomar decisiones; para tomar decisiones, debe definir un código de valores; para definir un código de valores debe saber qué es y dónde está -esto es, debe conocer su propia naturaleza (incluyendo sus medios de conocimiento) y la naturaleza del universo en el cual actúa- esto es, necesita metafísica, epistemología y ética, lo cual significa filosofía. No puede escapar de esta necesidad, su única alternativa es que la Filosofía que guía su vida sea escogida por su mente o por la casualidad.

Ayn Rand

viernes, 7 de diciembre de 2012

sábado, 1 de diciembre de 2012

El perro es el mejor amigo del hombre

Como bien decía Pitágoras: “Prefiere una sola caricia de tu perro, a todos los favores de los pueblos, o de los reyes”.

Mi perrita. Una Yorkshire de tamaño mediano. Preciosa, cariñosa, inteligente... y qué sé yo, sería incapaz de no parar de atribuirle adjetivos positivos.

Naciste el 2 de septiembre de 1998, pero hasta el 27 de octubre del mismo año no tuve el lujo de conocerte. Era una niña, tan sólo tenía 7 añitos; pero recuerdo que ese día, como todos los martes del curso, me quedé a comer donde mis abuelos y que tras las clases de la tarde de 2º de Primaria y la extraescolar de Danza me marché con ellos y mi tia a casa. Entonces, al abrir la puerta, una bolita de pelo negro corrió hacia nosotros. Eras tú. Ese fue nuestro primer contacto: te acaricie, no te dejaba escapar, no quería que te fueras jamás y, en ese mismo momento, nació una bonita amistad que nada ni nadie la quebrantaría nunca. Recuerdo que, poco después, al ver a mi madre, por fín le pregunté  a ver cómo te llamabas: SHIVA. Me gusto tu nombre y, sobre todo, todo el cariño que desde un principio desprendiste.

Pasaban los días, tú crecías, yo también. Me enseñaste a que tenerte en casa requería de muchas responsabilidades. No sólo necesitabas cariño, jugar y desfogarte, sino también limpieza y paseos diarios. Siempre disfrutábamos juntas. Fuiste cumpliendo años, yo también. Y en todas esas anécdotas y fotografías de la infancia, apareces tú en ellas. Ver conográficamente las fotos y merced yo crecía, tú también. 8 años, 1 año; 9 años, 2 años; 10 años, 3 años; 11 años, 4 años; 12 años, 5 años; 13 años, 6 años; 14 años, 7 años; 15 años, 8 años. Es aquí cuando ya empezamos a temer por tu vida. Nos decían que con lo asustadiza que eras, tenías muchas posibilidades de fallecer de un infarto. Por lo tanto, cada vez que había tormenta, fuegos artificiales, fiestas, etc. te mimábamos con todo el cariño del mundo para que tú lo sufrieras lo más mínimo posible. Pero, daba igual. Te ponías cardiaca y nadie ni nada te calmaba. Además, ya eras una perrita mayor (o eso nos decían, porque no lo demostrabas) y de una raza muy débil y teníamos que tener cuidado. Aun así, tu corazón y tu cuerpecito en general no mostraban esas carencias de las que nos hablaba el veterinario; seguías como siempre: feliz, juguetona y cariñosísima.

Siguieron pasando los años, cumpliste 9 años, yo 16. Comencé Bachillerato y, ahí, te empezaste a quedar todas las noches junto a mí. Mientras yo estudiaba, tú te encontrabas siempre (día y noche) sentada-tumbada encima de mí, hasta el punto en el que te apoderaste de mi silla. Ya no era mía, sino tuya. Casi-casi te tenía que pedir permiso para sentarme; pero siempre me dejabas un huequecito para yo poder sentarme y tú poder acurrucarte y taparte con la ropa que llevaba. Me hacías siempre compañía, sin buscar recompensa alguna.

Llegaron los 17 casi 18 años, tú 10 casi 11. Me fui un mes a Irlanda. Te pusiste muy triste, no comías, llorabas, ibas a mi habitación y te adueñaste de una chaqueta mía, la cual te llevabas a todos los lados. Yo también lo pasé fatal, te echaba mucho de menos y temía que tú lo estuvieras pasando mal. Sin embargo, lo superamos. Nos volvimos a re-encontrar y no nos volvimos a separar tanto tiempo hasta unos años después.

Dias más tarde, comencé la universidad. Entonces sí que necesitaba tu apoyo y compañía para todo, sobre todo, para estudiar. Nunca me fallaste. Estabas siempre conmigo. Si había examen y yo estaba hasta las 4 de la mañana estudiando, ahí estabas tú. Sin rechistar. Tan a gusto. Seguíamos estando muy juntas, una dependía de la otra. Era una auténtica pasada.

Cumpliste 12 años, yo 19; 13 años, yo 20. Me dijeron que me tenía que cambiar de universidad para terminar mis estudios. Eso suponía que tú y yo nos teníamos que separar. Decisión dolorosa. Siempre me decían que en el momento en el que me marchase, tú también te ibas a marchar. Te caerías en la tristeza y no lo ibas a poder soportar. Ya eras muy mayor. Nunca nos has dado un susto, siempre has tenido una salud de hierro, pero la pena era incurable. 

Llegó el temido mes de septiembre. Me marché el 1 de septiembre. Tu decimocuarto cumpleaños fue al día siguiente. Al principio, estabas un poco triste, pero gracias a los mimos de otras personas lo pudiste superar. Todo bien. Pero desde agosto te notabamos algo raro. Era la edad.

Volví en octubre. Abrir la puerta y verte entusiasmada correr hacía mi y reconocerme me hizo muy feliz. No te quería soltar. Habíamos estado mes y medio separadas. Lo habías logrado. La pena no se apoderó de ti. Te noté algo ensimismada, pero seguías siendo tú. Me dijeron que justo la noche del día en el que me volví a marchar habías vomitado y estabas muy nerviosa. Yo también lo estaba.

Un mes después. Noviembre. Otra vez a casa. Al entrar en casa y verme, volviste a reaccionar de la misma forma. Me volvió a hacer mucha ilusión que esa poca energía que te quedaba la gastases de esa manera. Pero, ahora sí, ya no eras al 100% tú. Algo te estaba fallando. Tu cabecita. Tu cuerpo, sin embargo, resistía sano. Tenías demencia senil. Pero seguías siendo tan fiel como siempre. Ese fin de semana estuve estudiando hasta muy entrada la madrugada para el examen de Filosofía Antigua y tú a mi lado. No me fallaste, como siempre. Quisiste hacerme compañía y no te separaste de mí.

El 11 de noviembre del 2012, hace algo más de dos semanas, volví a hacer la maleta; tú mientras intentabas meterte en ella para ver lo que llevaba. Te dí miles de abrazos. Al marcharme, tú estabas en la cocina. Te dije "¡Adiós Shiva!" desde fuera y te quedaste mosqueada al ver que tenía una maleta en la mano. No sé porqué pero algo me decía que no te volvería a ver.

Pasaban los días y me decían que cada vez estabas peor. Tu demencia se estaba potenciando a pasos agigantados. Hasta ese 24 de noviembre en el que te marchaste. Ya no eras Shiva, solo eras un cuerpo. Te fuiste y nos dejaste vacios. Pero me alegro de que te hayas marchado sin sufrir y que tus últimos meses los hayas pasado felizmente, sin darte cuenta, por culpa de tu demencia, de que yo me había marchado a otro sitio.




Sé que con estas líneas no puedo más que expresar un pequeño esbozo de lo que ha sido nuestra vida juntas; pero, al menos, es un boceto que se quedará patente en palabras escritas. 

No me imagino una vida sin ti; volver a casa y no volverte a ver. Llegar a casa, ver como reaccionabas al verme, cogerte en brazos y abrazarte es lo que más deseaba al llegar. Eso ya no va a poder ser, pero sé que tu compañía, amor y fidelidad serán por siempre y para siempre irremplazables e inolvidables.

HAS SIDO MI MEJOR AMIGA; UN APOYO INCONDICIONAL EN MI VIDA. ¡Gracias por estos 14 años! ¡Nunca te olvidaré y siempre estarás en mi corazón! <3 <3 <3


¡HASTA SIEMPRE PRECIOSA!

DEP SHIVA (2-09-1998/24-11-2012)