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jueves, 3 de enero de 2013

Solamente puedo decir una cosa: ¡Qué ilusa era!

Rebuscando en mi ordenador ésto encontré: un "artículo" que escribí hace dos años justos sobre las apreciaciones que podíamos hacer sobre nuestro grado... En estos momentos, una única afirmación ronda en mi cabeza: ¡la de vueltas que da la vida!

El punto hasta el cual el Plan de Bolonia ha afectado a nuestras carreras

Lunes, 3 de enero de 2011 a la(s) 22:57

Ahora que ya me encuentro totalmente sumergida en esto de los Sistemas de Comunicación Web, me gustaría hacer uso de ellos y explicar ese sentimiento que tenemos algunos estudiantes que sentimos pasión por nuestra carrera, pero ésta no se encuentra del todo valorada en la sociedad y ha sufrido los cambios del famoso "Plan de Bolonia". Como todos sabéis, dicho plan ya se ha  puesto en marcha en la educación superior y esto nos ha supuesto una gran incertidumbre a aquellos alumnos que empezamos con una idea concreta de nuestro grado y que, una vez empezado éste, nos hemos dado cuenta de que el Plan Bolonia ha modificado nuestras carreras más de lo que nosotros esperábamos.

De entrada, me gustaría plasmar este artículo de Arturo Pérez Reverte, el cual resume perfectamente una parte de dicho sentimiento:

LA MOCHILA Y EL CURRICULUM. Arturo Pérez Reverte

Llueve a ratos, y Madrid está frío y desapacible. Pasan paraguas al otro lado del escaparate de la librería de mi amigo Antonio Méndez, el librero de la calle Mayor. Estamos allí de charla, fumando un pitillo rodeados de libros mientras Alberto, el empleado flaco, alto y tranquilo, que no ha leído una novela mía en su vida ni piensa hacerlo -«ni falta que me hace», suele gruñirme el cabrón- ordena las últimas novedades. En ésas entra un chico joven con una mochila a la espalda, y se queda un poco aparte, el aire tímido, esperando a que Antonio y yo hagamos una pausa en la conversación. Al fin, en voz muy baja, le pregunta a Antonio si puede dejarle un currículum. Claro, responde el librero. Déjamelo. Y entonces el chico saca de la mochila un mazo de folios, cada uno con su foto de carné grapada, y le entrega uno. Muchas gracias, murmura, con la misma timidez de antes. Si alguna vez tiene trabajo para mí, empieza a decir. Luego se calla. Sonríe un poco, lo mete todo de nuevo en la mochila y sale a la calle, bajo la lluvia. Antonio me mira, grave. Vienen por docenas, dice. Chicos y chicas jóvenes. Cada uno con su currículum. Y no puedes imaginarte de qué nivel. Licenciados en esto y aquello, cursos en el extranjero, idiomas. Y ya ves. Hay que joderse.
Le cojo el folio de la mano. Fulano de Tal, nacido en 1976. Licenciado en Historia, cursos de esto y lo otro en París y en Italia. Tres idiomas. Lugares, empresas, fechas. Cuento hasta siete trabajos basura, de ésos de tres o seis meses y luego a la calle. Miro la foto de carnet: un apunte de sonrisa, mirada confiada, tal vez de esperanza. Luego echo un vistazo al otro lado del escaparate, pero el joven ha desaparecido ya entre los paraguas, bajo la lluvia. Estará, supongo, entrando en otras tiendas, en otras librerías o en donde sea, sacando su conmovedor currículum de la mochila. Le devuelvo el papel a Antonio, que se encoge de hombros, impotente, y lo guarda en un cajón. Él mismo tuvo que despedir hace poco a un empleado, incapaz de pagar dos sueldos tal y como está el patio. Antes de que cierre el cajón, alcanzo a ver más fotos de carnet grapadas a folios: chicos y chicas jóvenes con la misma mirada y la misma sonrisa a punto de borrárseles de la boca.
España va bien y todo eso, me digo. La puta España. De pronto la tristeza se me desliza dentro como gotas frías, y el día se vuelve más desapacible y gris. Qué estamos haciendo con ellos, Maldita sea. Con estos chicos. Antonio me mira y enciende otro cigarrillo. Sé que piensa lo mismo. En qué estamos convirtiendo a todos esos jóvenes de la mochila, que tras la ilusión de unos estudios y una carrera, tras los sueños y el esfuerzo, se ven recorriendo la calle repartiendo currículum en los que dejan los últimos restos de esperanza Licenciados en Historia o en lo que sea, ocho años de EGB, cinco de formación profesional, cursos, sacrificios personales y familiares para aprender idiomas en academias que quiebran y te dejan tirado tras pagar la matrícula. Indefensión, trampas, ratoneras sin salida, empresarios sin escrúpulos que te exprimen antes de devolverte a la calle, políticos que miran hacia otro lado o lo adornan de bonito, sindicatos con más demagogia y apoltronamiento que vergüenza. Trabajos basura, desempleos basura, currículums basura. Y cuando el milagro se produce, es con la exigencia de que estés dispuesto a todo: puta de taller, puta de empresa, boca cerrada para sobrevivir hasta que te echen; y si tienes buen culo, a ser posible, deja que el jefe te lo sobe. Aún así, chaval, chavala, tienes que dar las gracias por los cambios de turno arbitrarios, los fines de semana trabajados, las seiscientas horas extras al año de las que sólo ochenta figuran como tales en la nómina. Y si encima pretendes mantener una familia y pagar un piso date con un canto en los dientes de que no te sodomicen gratis. Flexibilidad laboral, lo llaman Y gracias a la flexibilidad de los cojones se han generado, dice el portavoz gubernamental de turno tropecientos mil empleos más, y somos luz y fan de Europa. Guau. Gracias a eso, también, un chaval de veintipocos años puede disfrutar de la excitante experiencia de conocer ocho empleos de chichinabo en tres o cuatro años, y al cabo verse el la calle con la mochila, buscándose la vida bajo la lluvia. Partiendo una y otra vez de cero. Flexibilidad laboral. Rediós. Cuánto eufemismo y cuánta mierda. A ver qué pasa cuando, de tanto flexionarlo, se rompa el tinglado y se vaya todo al carajo, y en vez de currículums lo que ese chico lleve en la mochila sean cócteles molotov.

Este artículo me lo pasó una compañera de clase, la cual es amante de la Filología. Pérez Reverte, mediante dicho artículo, me hizo reflexionar profundamente sobre el futuro que nos aguarda tanto a los futuros filósofos como filólogos e historiadores.

Por tanto, espero que nadie ni nada nos destruya esa ilusión con la que empezamos nuestra nueva andadura universitaria. Normalmente, empezamos nuestras carreras con un saco lleno de ilusión, ganas, alegría y vida. En nuestro caso, con este nuevo plan de Bolonia, hemos sufrido algún que otro tropiezo respecto a nuestros sueños, objetivos y metas. Pero, en ningún momento, debemos olvidar qué fue lo que nos hizo escoger está carrera y no otra, cuál era nuestro objetivo, nuestras ilusiones y, sobre todo, cuál era nuestro SUEÑO. Me parece muy injusto que muchos jóvenes que empiezan su vida universitaria se sientan limitados a poder conseguir su SUEÑO, por el mero hecho de que sus carreras están infravaloradas. En mi caso es la Filosofía. Sí, todavía hay gente que estudia esta carrera aunque parezca imposible. Es muy triste ver como algo a lo que tú te quieres dedicar, el resto del mundo lo ve como algo prescindible en sus vidas.

Me encuentro en segundo de carrera y ya tengo la decepción de que solamente 2 personas como mucho vamos a terminar los estudios de Filosofía. Esto supone un gran obstáculo, ya que sientes que con muy poca gente compartes tus mismas inquietudes. Es más, empiezas la universidad con la ilusión de que vas a encontrar a mucha gente que es apasionada por lo mismo que tú y esta ilusión se desvanece totalmente al ver que no puedes contar a éstas ni con una sola mano.

Por otro lado, ahora, con este nuevo plan, contamos con asignaturas que nos forman en Historia, Informática, Educación Plurilingüe, Estudios Culturales, Lenguas Modernas y FILOSOFÍA. Nos dicen en todo momento que esto resulta ser algo positivo, ya que al terminar nuestra carrera estaremos mejor formados. En este aspecto estoy totalmente de acuerdo. Sin embargo, muchas veces tengo la sensación, tal y  como apunta Pérez Reverte, que vamos a ser la "generación de la mochila" y, a su vez, la generación con un futuro totalmente desalentador. Algo realmente desmotivador, la verdad.

Sin embargo, lo peor de todo es que hay muy pocas opciones para poder dar una solución a esto. Filólogos, filósofos, historiadores, ¿qué podemos hacer para que nuestras disciplinas puedan ser valoradas tal y como se merecen? Definitivamente: tomar un nuevo rumbo....

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